El grupo escultórico “Las pecadoras” fue exhibido por primera vez en mayo de 1903 en el marco del CXXI Salón de la Sociedad de Artistas Franceses (1). En el catálogo del Salón, “Les pécheresses”(2), figura con el número 3270, entre 4757 obras, y es descripta como: grupo en yeso, Rogelio Yrurtia, nacido en Buenos Aires y alumno de Jules Coutan.(3)
La obra llamó la atención de dos destacados críticos franceses de la época: Camille Mauclair y Charles Morice. El primero escribe en la Revue Bleue (4): es un grupo de seis figuras en yeso patinado del señor Yrurtia, del que nunca he oído hablar, es escultura a lo grande. Nada hay aquí equivalente. Por su parte, Morice escribía en la revista literaria Mercure de France: […] hacía tiempo que no se nos había proporcionado un placer artístico tan puro e intenso. Composición simple, seis veces de pié, en actitud variada apenas por el ademán de los brazos y de las manos que acusan o atemperan la expresión penitente. Luego prosigue […] se ha contentado con mostrarnos al ser humano vacilante y sucumbiendo bajo el peso de la culpa, de la falta, del dolor que engendra la falta: antiguo eterno tema.
La descripción de Morice, que toma como eje central de la obra la idea de “culpa” (y su acción sobre los cuerpos), la retoma Julio Rinaldini (5) en su biografía sobre Yrurtia, donde la extiende al carácter mismo del escultor. La percibe en él como “una corriente espiritual constante”, también ve una asociación con la idea de trabajo. Así escribe: […] el trabajo es una sentencia recaída sobre la culpa. La vocación es una sanción del destino que hay que cumplir puntualmente y sin tregua.
La puesta en obra de estos conceptos es evidente en otras producciones de esa época, como el Monumento al Doctor Alejandro Castro” (1903), “El poeta ante el dolor humano” (1907) y sobre todo en “Canto al Trabajo” (1907), una de sus obras mas reconocidas.
En este grupo escultórico podemos observar que la mayoría de las figuras, incluidas las de los niños, poseen los torsos curvados hacia adelante, en algunas por la presión de las sogas que arrastran la piedra. Dentro del conjunto se destaca una de ellas que posee la posición típica de un “Atlas” (6), con los brazos hacia atrás, como sosteniendo el peso de un mundo invisible. La única figura que conserva la vertical es la masculina situada al frente y es la que se encuentra ya liberada del yugo, la sentencia del trabajo y asociada a la idea del porvenir.
Detalle de "Canto al Trabajo"
Para Yrurtia la redención de la culpa se concretaba entonces por medio del esfuerzo, el cual no solo representaba en su imaginario escultórico si no también lo aplicaba a lo personal, en ese momento el escultor trabajaba bajo un régimen autoimpuesto de 18 horas diarias.
Las Pecadoras podrían percibirse asi como una clave de lectura, un manifiesto temprano de las intenciones y los fundamentos que guiaron la obra y la vida de Rogelio Yrurtia.
El espacio de trabajo y la prensa
Las Pecadoras fueron modeladas en el primer taller que tuvo Yrurtia al arribar a Francia y estaba situado en la Rue de la Tombe-Issoire 83, en el barrio de Parc-des-Montsouris del Distrito XIV de París.(7)
(Foto de 1898, Union Photographique Française,Musée Carnavalet, Histoire de Paris)
(Foto de los ateliers en la actualidad. Wikimedia)
Hacia allí se dirigió el poeta nicaragüense Rubén Darío para ver la obra y escribir un extenso artículo sobre Yrurtia, que firmó en Marzo, el cual luego aparecería en el Suplemento Semanal Ilustrado de La Nación el 16 de abril de 1903.
La nota comienza describiendo el paisaje exterior del taller: La concierge me conduce, en un patio en que se ve mucho cielo y medran tupidas enredaderas que el mes ha deshojado, a la puerta del taller que busco. Luego continúa describiendo cómo lo recibe Yrurtia : […] El artista argentino, con sus manos llenas de la tierra del trabajo, sus cabellos revueltos, su barba crecida, su cuerpo robusto que envuelve la larga bata, el gesto amable, la sonrisa hospitalaria, me acoge.
Al ver el grupo escultórico, escribe: […] afirman un maestro de mañana y una innegable fuerza de ahora. Yrurtia le comenta acerca de su obra:[…] son mujeres que agobiadas por el peso de sus remordimientos, vagan sin patria, sin otra esperanza que la Cruz - ¡su única consolación!
Darío reafirma las palabras de Yrurtia: [...] Este concepto de la eterna Magdalena, y su fin de esperanza es raro en un artista que piensa en este formidable París moderno, en una época que se proclama el endiosamiento de la cortesana y en que toda idea de cristianismo lucha contra gruesas oleadas de positivismo, de sensualismo, de indiferencia y de crueldad”.
La revista argentina “Letras y Colores”, publica en mayo de ese año un artículo del pintor Martín Malharro con el título “Las Pecadoras” “Grupo en barro, obra de Rogelio Yrurtia”, en ella se ven tres fotos tomadas en el atelier con la obra aún apoyada en su caballete, en una aparece Yrurtia con barba y ataviado con una bata o robe de chambre, la cabeza inclinada y apoyada en un puño, notablemente su cabeza posee casi la misma inclinación que la de una de las figuras del grupo que se ve en primer plano.
Malharro describe a Yrurtia como a un artista de ideales absolutos, [...] que no admiten concesiones, no transigen ni claudican ante nada ni ante nadie […] está destinado a una vida de lucha grande. Coincidiendo con el juicio de Darío acerca del escultor: […] lo que hasta ayer fue una esperanza, es hoy una hermosa realidad”. (8)
Gracias a los artículos en la prensa local el triunfo obtenido en Francia resonó rápidamente en nuestro país. Las Pecadoras participaron al año siguiente del envío argentino a la Exposición Internacional de Saint-Louis en Estados Unidos, donde Yrurtia recibió la Medalla de Honor. Esta obra le valió a Rogelio Yrurtia pasar de ser alumno de Jules Coutan, como figuraba en el catálogo de la exposición, a convertirse en un artista reconocido en el ambiente artístico de París y de Buenos Aires.
Acerca de Las Pecadoras, Rogelio Yrurtia escribiría en 1949, un año antes de su muerte, en un texto autobiográfico destinado a ser leído durante la inauguración de la Casa museo: […] Trabajé en semidesnudos, que temeroso mandé al Salón des Artistes Français de 1903, a los dos años y medio de haber llegado a París. Para qué agregar la alegría que me provocó no solo la noticia en esta prueba de consagración de haber sido aceptado por el jurado, pocos días después, cerciorarme por la prensa el éxito rotundo que había merecido de parte de la crítica y del público que la acogió con marcado entusiasmo.
Lic. Marcelo de la Fuente
Responsable Área de Investigación