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Museo Casa de Yrurtia

12 de Octubre, Dìa del Respeto a la Diversidad Cultural

El Museo Casa de Yrurtia destaca en esta fecha una pieza de su acervo: “La Cautiva”, de Lucio Correa Morales (1852-1923), considerado el primer escultor argentino, fue padre de Lìa Correa Morales y maestro de Rogelio Yrurtia.

Luego de formarse, entre 1874 y 1882, dentro del canon del naturalismo costumbrista en la Real Academia de Bellas Artes de Florencia, Italia, Lucio Correa Morales regresó a la Argentina. Expuso una de sus primeras obras de temática autóctona: “Indio Pampa”. Esta obra presenta ya una disrupción con la tendencia dominante, ya que en esos momentos, en Buenos Aires, impulsada por la generación del 80, predominaba la estatuaria de grandes personajes históricos, una influencia proveniente de Europa, que desarrollaba esta orientación desde el siglo XIX.

Junto a los naturalistas Florentino Ameghino y Eduardo Holmberg participó en expediciones científicas a diversas regiones del país, las cuales le posibilitaron conocer en el terreno las realidades que atravesaban los pueblos indígenas.

Este conocimiento que sería luego trasladado y puesto en evidencia en su obra, derivó también en compromiso: Correa Morales y su mujer Elina González Acha apoyaron a la nación Selk´nam, también llamada Ona, en el reclamo por sus tierras. A la casa de la pareja acudían también otras delegaciones de comunidades indígenas en busca de ayuda para hacer conocer y recuperar sus derechos ancestrales.

 

La Cautiva (1905)

Existen en el acervo del museo dos obras de “La Cautiva” en pequeño formato, modelados en terracota (tierra cocida) con una cobertura vítrea, son estudios previos a la escultura tallada en mármol, hoy emplazada frente a la facultad de derecho, en Buenos Aires.

La modelo de esta obra de Correa Morales fue una mujer tehuelche que lo había conmovido profundamente. En palabras del artista:

 

 “Estaba cierto día con mis hijos, y una india vieja que los miraba largamente con los ojos humedecidos dejó escapar esta frase: ‘Yo también tenía chico, chico lindo; no sé vivo, no sé muerto, no sé dónde…’ La he representado sentada en un resto de pared de adobe, mirando a lo lejos el toldo que no volverá a ver jamás. Sus pequeños se esconden como pájaros asustados y el perro queda para seguir la larga fila de cautivos, como vivo recuerdo del lejano amor que se apagó con su sangre en defensa de la tribu.”

Las piezas de terracota presentan un detalle particular: Correa Morales las plantea con solo un niño, como consta en el relato de la tehuelche, mientras que en la versión posterior  agrega una figura infantil más, recostada en el regazo de la mujer.

La obra presenta a víctimas sobrevivientes de la denominada Conquista o Campaña del Desierto, una serie de incursiones militares llevada a cabo por Julio Argentino Roca entre 1878 y 1885, para subyugar a las comunidades nativas que habitaban la Pampa y la Patagonia.

La Cautiva de Lucio Correa Morales surgió, casi 70 años después, como contracara del poema épico del mismo nombre, escrito por Esteban Echeverría en 1837, en él, la protagonista es una mujer blanca raptada por los indios.

Ambos eran considerados autores románticos y nacionalistas, pero son contemporáneos a momentos diferentes en la búsqueda de la construcción y establecimiento de una identidad nacional, la obra de Correa Morales se desarrolla en un momento de revisión de la idea de “progreso”, donde el concepto de “pampa bárbara” comienza a ser cuestionado y se modifica la visión que se tenía de esta región en el pasado.

La obra de Correa Morales se inscribe a diferencia de la de Echeverría, en el abordaje de un nacionalismo que denuncia la tragedia producida por la “civilización” sobre las poblaciones indígenas y su cultura. Un nacionalismo que integra al oprimido y a las minorías como en el caso de otra de sus obras más reconocidas, el “Monumento a Falucho” en el cual rinde homenaje a la comunidad afrodescendiente, por medio de ese héroe mítico de las luchas por la independencia.

 

“La Cautiva” de Lucio Correa Morales, desde un siglo anterior, cuestiona nuestro presente. La  mirada de la mujer indígena, desde la pequeña figura de terracota sigue dirigida hacia el horizonte, que es la ausencia, el “desierto”, ese territorio asociado a la “barbarie”, que fue enfrentado y sometido por  la “civilización” de las armas.

 

Lic. Marcelo de la Fuente

 

Fotografìas del Fondo Documental del Museo Casa de Yrurtia