El 18 de abril se celebra el Día Internacional de los Monumentos y Sitios Históricos como iniciativa de ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios) con la aprobación de UNESCO. Establecido en 1983, este día busca sensibilizar y dar a conocer a todas las personas la riqueza que posee la humanidad en cuanto a patrimonios históricos y fomentar la conservación y protección de los mismos.
Los monumentos públicos mantienen un diálogo constante —a veces en tensión— con su entorno y con las distintas generaciones de ciudadanos que los habitan. Reafirman la conexión entre el pasado y el presente, y nos invitan a reflexionar sobre los vestigios que dejaremos al futuro. Constituyen un relato materializado de los ideales, valores, figuras y luchas que conforman la cultura y la historia de una nación, y funcionan como un “archivo visual” que resguarda la memoria histórica.
Rogelio Yrurtia concibió sus principales obras monumentales a comienzos del siglo XX, en un período en que Buenos Aires, más allá del embellecimiento urbano, buscaba concretar ideas de integración, progreso y construcción de una identidad nacional. De las cinco obras del escultor emplazadas en el espacio público de la ciudad de Buenos Aires, dos están dedicadas a figuras con un rol destacado en la historia argentina del siglo XIX: el coronel Manuel Dorrego (1) y Bernardino Rivadavia (2). Para el primero, Yrurtia realizó una estatua ecuestre sobre un pedestal elevado; para el segundo, un mausoleo.
En este caso particular, más allá de las reinterpretaciones o lecturas contrapuestas sobre sus acciones políticas a lo largo del tiempo, Dorrego y Rivadavia fueron, además de contemporáneos, adversarios políticos y antagonistas ideológicos. Dorrego fue legislador provincial en 1823, formando parte de la oposición federal al gobernador Martín Rodríguez y a Rivadavia, quien entonces se desempeñaba como su ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. En 1826, cuando Rivadavia ya ocupaba la presidencia, Dorrego, desde El Tribuno —periódico que él mismo fundó—, atacó las políticas centralizadoras del gobierno, influyendo así en la crisis que culminó con la renuncia del mandatario.
Rogelio Yrurtia ganó en 1905 el concurso para realizar el monumento a Manuel Dorrego, el cual fue finalmente inaugurado en 1926. Se trata de una escultura ecuestre que representa a Dorrego con uniforme militar, montado sobre un caballo guiado por una Victoria alada. Sobre el pedestal de granito gris se alzan también dos figuras alegóricas: la “Fatalidad”, encarnada por un hombre que lucha contra una serpiente enroscada en su cuerpo, y la “Historia”, representada por una mujer vestida con túnica clásica. El monumento se encuentra emplazado en la intersección de las calles Suipacha y Viamonte.

Monumento al Cnel. Dorrego (AGN)
En 1925, Rogelio Yrurtia recibió el encargo de la Junta Ejecutiva del Monumento a Rivadavia para realizar una obra en homenaje al prócer. El Mausoleo de Bernardino Rivadavia fue inaugurado en 1932 y está dividido en tres cuerpos: una cripta que alberga un sarcófago con los restos del estadista, y dos antecriptas, sobre cuyas puertas se ubican sendas esculturas.
En la parte superior de cada puerta se destaca la figura de un niño con un gorro frigio, símbolo de la República, que sostiene un escudo nacional. Debajo, un medallón de piedra con la efigie de Rivadavia refuerza el carácter conmemorativo del conjunto. Sobresalen en la composición dos grandes figuras alegóricas masculinas, realizadas en bronce: una representa a Moisés, como encarnación de “las leyes”, y la otra, de apariencia más joven, simboliza “la acción”.
Mausoleo de Bernardino Rivadavia
Las diferencias que separaron a Dorrego y Rivadavia en vida parecen haberse trasladado a sus respectivos homenajes. Mientras que Dorrego es representado con una fuerte impronta naturalista, mediante una figura corporalmente expresiva y heroica, en el caso de Rivadavia son las alegorías las que predominan sobre su retrato en piedra, otorgando al conjunto un carácter más simbólico y conceptual.
Lic. Marcelo de la Fuente